Montería moderna en España: ética, seguridad y gestión
La montería española es, sin lugar a dudas, la modalidad reina de la caza mayor en nuestro país. Más que una simple jornada de caza, es un ritual que combina tradición, compañerismo, estrategia y respeto por la naturaleza. Hoy, en pleno siglo XXI, la montería se enfrenta a un reto crucial: mantener viva su esencia, adaptándose al mismo tiempo a las exigencias legales, medioambientales y sociales de nuestro tiempo.
La montería moderna no puede entenderse sin hablar de ética, seguridad y gestión sostenible. Estos tres pilares son la base para que siga siendo reconocida no solo como una modalidad cinegética, sino también como un legado cultural único en Europa.
1. Breve historia de la montería
La montería tiene raíces que se hunden en la Edad Media, cuando los reyes castellanos y nobles organizaban grandes batidas para demostrar poder y controlar las poblaciones de fauna. Con el paso de los siglos, aquella práctica elitista se popularizó, y hoy en día sigue siendo un encuentro social en el que participan cientos de cazadores en fincas abiertas y cerradas de toda la geografía española.
En sus orígenes, la montería era tanto un acto cinegético como un acontecimiento social. La nobleza reunía a lo mejor de la sociedad, y los cronistas de la época dejaban constancia de los grandes lances. Esa esencia de convivencia sigue viva en las comidas de campo, las tertulias en la junta de carnes y el ambiente fraternal que rodea cada jornada.
2. Marco legal y evolución reciente
Cada comunidad autónoma en España regula los periodos hábiles, los cupos y las condiciones en las que se puede practicar la montería. En la última década, la presión social y la necesidad de compatibilizar la caza con la conservación han hecho que la normativa sea cada vez más estricta, exigiendo controles sanitarios, medidas de bioseguridad y documentación detallada.
Un aspecto clave es la trazabilidad: las reses abatidas deben pasar controles veterinarios, y se registran los datos de cada jornada. Esto no solo garantiza la seguridad alimentaria, sino que además contribuye a mejorar la imagen de la actividad cinegética.
3. La organización de una montería moderna
Una montería requiere de una organización meticulosa. Nada se deja al azar.
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El orgánico: encargado de la gestión del evento, desde el sorteo de puestos hasta la logística de seguridad.
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Las rehalas: auténticas protagonistas, con perros valientes que baten el monte y acercan las reses a los puestos.
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Los secretarios: responsables de que cada montero conozca sus límites de tiro y cumpla las normas básicas.
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El personal de campo: postores, cargueros, muleros y guías que hacen posible que todo fluya con seguridad.
Sin este engranaje perfectamente coordinado, la montería moderna sería inviable.
4. Equipos y vestimenta del montero actual
La imagen del montero también ha evolucionado. Hoy conviven los clásicos trajes de pana y sombreros de ala ancha con ropa técnica de última generación. Chalecos de alta visibilidad, emisoras para comunicarse con la organización, botas impermeables y mochilas ligeras son ya elementos imprescindibles.
En el aspecto armamentístico, los rifles semiautomáticos y de cerrojo dominan la escena, equipados con visores de aumentos bajos (1-4x, 1-6x) que permiten encarar con rapidez. La balística se ha afinado: municiones expansivas controladas, calibres equilibrados y disparadores ajustados a las necesidades del montero.
5. Balística práctica en montería
La elección del calibre es una de las decisiones más importantes. Algunos ejemplos:
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.30-06 Springfield: versátil y sobradamente probado.
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.308 Winchester: gran precisión y retroceso contenido.
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7 mm Remington Magnum: trayectoria tensa para tiros largos.
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.300 Winchester Magnum: contundente y fiable en piezas de gran envergadura.
Además de elegir bien el calibre, el montero debe conocer su arma a la perfección, haberla probado en galería y saber cómo reacciona cada cartucho en condiciones reales. La montería moderna exige precisión y responsabilidad.
6. Seguridad: la norma de oro
La seguridad es el pilar que sostiene todo. Cada año, lamentablemente, se producen accidentes que podrían haberse evitado con unas pocas normas básicas:
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Nunca disparar sin identificar claramente la pieza.
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Respetar siempre los ángulos de tiro seguros.
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Mantener el arma descargada hasta llegar al puesto.
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Usar chalecos o brazaletes de alta visibilidad.
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Seguir al pie de la letra las indicaciones del secretario.
Hoy, en la mayoría de monterías, se realizan charlas de seguridad previas a la suelta de rehalas, donde se recuerdan estas normas. Una práctica que debería ser obligatoria en todas las jornadas.
7. Ética y sostenibilidad
La montería no es una mera “batida de tiros”. Es, ante todo, un compromiso con la conservación. La ética del montero moderno se refleja en tres aspectos fundamentales:
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Respeto por las hembras reproductoras, esenciales para mantener la población.
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Selección de trofeos adecuada, cazando animales representativos y no abatiendo inmaduros innecesariamente.
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Aprovechamiento integral de las reses, destinando la carne a consumo humano y evitando desperdicios.
Un montero que respeta la ética contribuye directamente a que la actividad cinegética siga teniendo legitimidad social.
8. La emoción del lance
Más allá de la técnica y la normativa, lo que mantiene viva la montería es la emoción del lance. El silencio expectante en el puesto, el eco de las ladras rompiendo el monte, el instante en que el jabalí o el venado se presentan en carrera y el corazón del cazador late al compás de la adrenalina.
Ese momento, único e irrepetible, es el que explica por qué miles de personas siguen acudiendo cada año a las fincas monteras de Sierra Morena, Extremadura o Castilla-La Mancha.
Conclusión
La montería moderna en España es la síntesis de tradición, gestión y pasión. Solo entendiendo que ética, seguridad y sostenibilidad son los tres pilares de su futuro, podremos garantizar que esta modalidad única siga siendo parte esencial de nuestra cultura cinegética.
Cazar no es solo disparar: es convivir con el monte, respetar a las piezas, valorar el trabajo de los perros y de las personas que lo hacen posible. Y, sobre todo, es sentir cómo la emoción del campo nos recuerda que seguimos siendo parte de la naturaleza.
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